Si vives en Valencia, ya sabrás que cada marzo te toca comerte doblada su fiesta obligatoria como cada año. Nada distingue a las fallas de un reich al que pertenecer o de ser un infiel al régimen. Con sus uniformes y ruido, cortes de calles, churros, tontería y mucha fanfarronería, no hay misericordia para el rehén que se recluye en su casa evitando el sometimiento a tal celebración, junto a él sus mascotas lo pasan aún peor. Gente que toma las calles con flautas y tambores, churrerías en cada esquina con el beneplácito de las autoridades, himnos propios de las legiones del infierno y un final de fuego muy acorde para todo esto. No quemando libros pero sí la cultura producida por sus artistas, gente pirómana con antorchas que antes persiguieron a Frankenstein por una colina. De manos atadas, no puedes hacer nada, matar a un fallero supondría la pena máxima. Ahora tu vida les pertenece, ve con cuidado o acabarás siendo pasto de las llamas si les apetece.
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